INSPIRACIÓN NEANDERTAL / Yacimiento arqueológico
Las cuevas de Les Teixoneres y del Toll son dos excepcionales yacimientos arqueológicos y paleontológicos que llevo visitando desde hace mucho tiempo. Estos dos lugares tienen la capacidad de despertar mi imaginación y en ellos, los neandertales se me presentan más vivos que nunca.
Siempre hago lo mismo. Desde hace muchos años. Lo mismo.
Una vez al año busco un día en el cual no se ofrezcan visitas en las cuevas del Toll, normalmente una tarde de un día laborable. Normalmente, voy sin compañía, a pesar de que algunas veces me he dejado acompañar, a menudo por mi perra.
En este lugar tan excepcional me resulta sencillo imaginar a los neandertales tumbados sobre la piedra del vestíbulo de la cueva, calentándose al sol primaveral. O bien, acurrucados alrededor de una hoguera en el fondo de la cavidad, buscando seguridad en la penumbra de la noche. Quizás ocupados rehaciendo sus herramientas malogradas, aprovechando la luz natural. Tal vez remontando el margen del torrente para abastecerse de agua. O acaso, emboscados entre los robles, al acecho de jabalíes. Probablemente, curioseando en el interior de la vecina cueva, pues ya entrada la primavera, ningún oso ha decidido emerger de ella.
Entre árboles y piedras, los humanos y las bestias se me presentan más vivos que nunca, a pesar de que todos ellos ya hacen muchos miles de años que no están. La razón es que las cuevas de las Teixoneres y del Toll han sido, desde hace más de quince años, mi principal inspiración y el modelo sobre el cual he construido la cueva del oso y los humanos de la novela El niño tejón.
Cuando llego al Parque Prehistórico, siempre estaciono el coche en el aparcamiento que hay junto al centro de información y venta de entradas, y hago el recorrido marcado, sin prisas, deteniéndome donde tantas veces me he parado.
LA CUEVA DEL TOLL
Primero me dirijo a la cueva del Toll. Una puerta de hierro impide la entrada al visitante para preservar el yacimiento y la cueva en sí. Un par de veces, quizás tres, me he incorporado a las visitas guiadas por el interior. Siempre encuentro que los guías hacen su trabajo perfectamente, haciendo amena la visita y dando importancia a aquello que lo merece.
El cartel informativo que hay en el exterior me deja claro la relevancia del registro paleontológico y arqueológico de la cavidad, puesto que la cueva se conoce como “El Palacio de la fauna cuaternaria”. La razón es evidente; aquí se han hallado numerosos restos de oso, de hiena y de león de las cavernas, de rinoceronte, de caballo salvaje, entre otros muchos carnívoros y herbívoros de la época. También abundantes restos humanos, no de neandertales, sino de Homo sapiens del Neolítico. La última ocupación humana encontrada a la cueva fue en la edad de Bronce, poco antes de que un desprendimiento de piedra taponara la entrada principal. Cómo se descubrió esta entrada desaparecida es una historia curiosa que hay que conocer y por supuesto, hay que pasear por sus dos largas galerías, notar la frescura y la humedad, admirar los cambios de colores y las caprichosas formas calcáreas de las paredes, escuchar la voz del guía hablando de fieras prehistóricas...
Siempre que las lluvias permitan su visita, puesto que la cueva es una cavidad en constante crecimiento en la que, en episodios de fuerte lluvia, las galerías quedan inundadas.
Durante la campaña de excavación del 2024 se ha instalado un tejado y una rampa de acceso y se ha empezado a excavar en la zona exterior de la entrada, en un intento de encontrar el lugar donde los neandertales procesaban los restos de los osos de las cavernas que no sobrevivían a la hibernación en el interior de la cueva.
LA CUEVA DE LAS TEIXONERES
Después llega la cueva de las Teixoneres, a pocos metros de las del Toll. También se ha protegido su interior del paso de la gente con una reja. Para quien quiera acceder a la cavidad, lo puede hacer durante las campañas de excavación, siempre que no se interfiera con el trabajo de los arqueólogos.
Recuerdo que la primera vez que fui a la cueva de las Teixoneres, los arqueólogos estaban excavando, de aquello quizás hace quince años, quizás más. Esperé a que la campaña de excavación finalizara y los arqueólogos se marcharan de Moià. Entonces regresé, a sentarme en el camino con la mirada puesta en la entrada de la cueva, a observar con detenimiento, sin prisas y sin ser un estorbo, a remover entre los terrones descartados por los arqueólogos y depositados en un margen a la espera que el personal de mantenimiento los ubicara donde procediera. Entonces los arqueólogos estaban excavando el nivel de cincuenta mil años atrás y a mí me costó poco imaginarme cómo tendría que ser la vida, allí mismo, tantos años atrás. Continúo yendo, pero ahora me siento en la pasarela de madera cubierta con tejado, y observo a través de la reja cómo, año tras año, los trabajos avanzan y la cueva va recuperando el aspecto que tendría en el Paleolítico Medio. Porque las Teixoneres es, a diferencia de la del Toll, una cueva muerta que quedó totalmente colmada de sedimentos, y solo con la actividad de excavación está recuperando su dimensión original.
El yacimiento presenta una secuencia estratigráfica de más de 6 metros que condensa la historia de los neandertales en la zona del Moianés, desde su aparición hasta su desaparición. Los neandertales hacían un uso esporádico de la cueva, con estancias de corta duración, dejando a su paso indicios de su actividad doméstica, como por ejemplo los restos de los hogares, los huesos de animales cazados y procesados, las herramientas de piedra... Y también los restos humanos. Durante las campañas de excavación del 2016 y 2017 se recuperaron cuatro dientes de neandertales; tres dientes pertenecientes a dos individuos infantiles y una muela de un individuo senil. La campaña del 2023 recuperó dos fragmentos de occipital y un fragmento de clavícula de un neandertal juvenil de más de cincuenta dos mil años que presentaba marcas de procesamiento por parte de sus congéneres. La última campaña, la del 2024, se enfocó en excavar los estratos más antiguos de la cueva, descubriendo restos de animales de gran talla como rinocerontes, osos de las cavernas, uros y otros de hace unos doscientos treinta mil años de antigüedad, así como alguna herramienta de piedra, lo que demuestra que los neandertales estuvieron en la cueva en esas épocas.
Y cuando los neandertales no ocupaban la cueva, lo hacían los grandes carnívoros de la época, que la utilizaban como lugar de cría, en el caso de las hienas, o como refugio por parte de leones o panteras. Las hienas prehistóricas tenían la costumbre de acumular los restos de sus presas en el fondo de las cuevas que usaban, cosa que ha permitido a los arqueólogos acceder a un importante y abundante registro de la fauna de la zona de la época prehistórica.
El tiempo corre y yo continúo el recorrido, pasando por varios puntos de interpretación que me explican la vida al Paleolítico y el trabajo de los arqueólogos.
LA SURGENCIA
De las Teixoneres me acerco a la Surgencia, pasando por el Cau, donde ahora se puede observar la figura de una madre osa con sus tres cachorros, y un poco más allá, la figura de un rebeco me contempla desde las alturas.
De la Surgencia siempre me ha impresionado la magnitud de su balma. Allí toco la roca para sentir la humedad, cierro los ojos y escucho los goteos, entro a la Cueva Muerta, intento divisar dentro de la cavidad de la Surgencia y, alguna que otra vez, he podido seguir el curso de agua que, después de circular por el interior de la cueva del Toll, sale al exterior por la Surgència y va a parar al torrente. Nunca he visto que se esté excavando en este lugar, pero a mí bien me parece que la balma podría haber sido utilizada como lugar de cobijo en la época de los neandertales.
EL TORRENTE MAL
Queda descender al torrente Mal, pasando por la reconstrucción de un poblado neolítico, el cual observo de pasada, y por las pequeñas cavidades superficiales denominadas Les Covetes. Este torrente es afluente de cabecera del río Llobregat y presenta un régimen típicamente mediterráneo, alternándose periodos largos con el cauce seco, o casi, con periodos cortos con agua circulando por el torrente, pudiéndose dar crecidas generosas y repentinas de caudal en episodios de fuertes lluvias.
Esta primavera ha sido generosa en lluvias, y el salto de agua de la poza me alegra el oído con su tintineo. El bosque de ribera está muy conservado, con álamos, fresnos y chopos, con un sotobosque donde es fácil encontrar fresas y violetas en flor.
Y algún año, si dispongo de tiempo, me acerco al Museo Arqueológico y Paleontológico de Moià, para admirar los restos encontrados en la cueva del Toll que están expuestos en vitrinas.
RESUMIENDO...
El Parque Prehistórico de las Cuevas del Toll es un conjunto kárstico de gran belleza que forma parte del Geoparque de la Cataluña Central y que las excavaciones arqueológicas y paleontológicas han convertido en referente mundial en cuanto al estudio de los neandertales y de la fauna con la cual estos humanos coexistieron. El Parque tiene 5 hectáreas forestales con diversas cuevas, simas, madrigueras, balmas, brolladores... dentro de un robledal con sotobosque de boj, que este año ha rebrotado todo lo que la mariposa del boj se comió años atrás.
Este lugar tan idílico está muy cerca de la ciudad de Moià, a tan solo 7,5 km y a menos de dos horas en coche desde Barcelona, lo que hace que sea un lugar bastante visitado. Según consta en la web del Parque, en 2024 fue visitado por más de 25.000 personas.
Antes ya había sido excavado, pero el equipo de arqueólogos de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social trabaja en el yacimiento desde el 2003.
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